Bueno, les confieso que yo era de los que pensaba que estos juegos eran solo para perder tiempo (y dinero). Pero todo cambió cuando, en una tarde lluviosa en Cali, un primo insistió en que probara el juego de las minas . Al principio perdí un par de veces, pero luego le agarré el truco. Para mi sorpresa, terminé recuperando lo perdido y hasta me llevé un extra. No es magia, solo hay que saber cuándo arriesgarse. ¡Ahora hasta lo juego en el transporte público!